En la
noche del 2 de febrero de 1973, hace ya 40 años, un grupo de hombres tocó suelo
dominicano. Las playas de Azua fueron su puerta a la amada Patria.
En sus mochilas traían muchas cosas. Alimentos,
municiones, explosivos, instrumentos de higiene, radios AM-FM, medicinas,
brújulas, abrigos, dinero, mantas impermeables, incluso hamacas. Pero sobre
todo, muchos sueños y esperanzas, y tanto amor por su pueblo, por la justicia y
por la libertad.
Esos nueve hombres poseían una capacidad de entrega
que a la generalidad de los mortales nos resulta difícil entender. Nueve
hombres con la valentía y el coraje de enfrentar a toda la maquinaria militar
de un régimen despótico, opresivo y criminal.
Francisco
Alberto Caamaño Deñó (Román), Heberto Geordano Lalane José (Eugenio), Mario
Nelson Galán Duran (Juan), Alfredo Pérez Vargas (Armando), Ramón Euclides
Holguín Marte (Braulio), Ramón Payero Ulloa (Ismael), Toribio Peña Jaqués
(Felipe), Hamlet Hermann Pérez (Freddy) y Claudio Caamaño Grullón (Sergio).
Cada uno con su historia, su familia y amigos propios. Cada quien, con la
capacidad de poner a su patria delante de sus miedos, y a su pueblo por encima
de sí mismo.
Todos, menos dos, dejaron sus vidas en las montañas.
Mas los sueños y esperanzas que trajeron en sus mochilas aún están aquí,
germinando y creciendo en cada dominicano que conoce su ejemplo.
El presidente Caamaño, una vez, dijo: “el que tiene el derecho ya tiene la victoria, o la
tendrá mañana por encima de las alternativas de la guerra, por encima del
sacrifico y de la muerte”.
Los guerrilleros de Caamaño obtuvieron la victoria.
Les arrancaron sus vidas, es cierto. Pero por encima de la muerte derrotaron al
enemigo. Con su determinación demostraron tener más razón que sus contrarios.
Los guerrilleros se alzaron con la victoria. Caamaño frente al pelotón que le
segaría la vida se sabía a sí mismo vencedor, pues no claudicó en sus
principios. La muerte es inevitable, pero la rendición depende de cada quien.
Todos vamos a la tumba, pero no todos a la gloria.
Aún vive en nuestro país el germen del mal que ellos
vinieron a combatir. Las guerras no siempre se ganan al ritmo que uno supone.
La Historia demostrará, como lo está haciendo, que los principios de Caamaño y
de sus leales compañeros trascenderán y determinarán el futuro de nuestra
nación.
Un día tendremos la Patria que ellos anhelaban, y el
pueblo dominicano entenderá por qué nueve hombres llegaron por una playa de
Azua y se alzaron en las montañas. Aún se nos hace difícil entender el
significado de la palabra AMOR.
(Tomado del blog de
Marcelino Cabrera: DEMAOSOY.COM)