lunes, 18 de marzo de 2013

La mujer y el espectáculo en la Era de Trujillo


(Publicado en Listín Diario, el domingo 26 de noviembre del 2000. Espectacular, pág. 6)

Muchos prefieren ignorar las humillaciones y la explotación de que eran víctimas las artistas de la llamada época de oro del arte dominicano.

ARISMENDI VÁSQUEZ G.
Santo Domingo

Desde hace décadas las mujeres de todo el planeta participan de forma activa en la vida de la sociedad contemporánea, en reclamo del espacio que como seres humanos les corresponde. La mujer dominicana no ha vivido al margen de este movimiento universal. Ciertamente ha tenido que librar duras batallas para que le sean reconocidos sus derechos y, aunque lejos está aún del logro total de tan hermosa reivindicación, resulta evidente su participación activa en distintos menesteres de la vida nacional.

Queremos hablar en este trabajo sobre una gran cantidad de mujeres que laboran en el mundo del espectáculo, específicamente en el área popular; un mundo de oropel, lleno de magia, risas, placeres y aparente felicidad, pero que tiene también su triste reverso cargado de injusticias, amarguras, explotación y miseria.

Dos géneros predominan en el arte popular, apropiados para la mujer: el canto y el baile. Las que llegan al estrellato disfrutan del lado rutilante de la medalla; pero las del montón sólo cosechan amarguras y humillaciones, y son explotadas, usadas y vilipendiadas por los magnates del mundo del espectáculo.

La época de Petán Trujillo

Aunque en el país han existido cantantes y bailarinas desde mucho antes del presente siglo, no es sino hasta las décadas de los 40 a los 60 cuando toma gran auge la actividad artística, con la fundación el 1 de agosto de 1942, del Palacio Radiotelevisor La Voz Dominicana (hoy Radiotelevisión Dominicana), propiedad en ese entonces el general J. Arismendi Trujillo Molina (Petán), quien había iniciado su incursión como empresario radiofónico en Bonao, donde fundó años antes La Voz del Yuna.

Hay quienes proclaman que Petán fue un protector y propulsor del artista dominicano, por cuanto en su radiotelevisora (única en el país en ese entonces) se fundaron sendas escuelas e canto, de baile y de arte dramático y se formaron varias orquestas (la San José, la Angelita, entre otras), así como se crearon programas radiales y televisivos donde se le daba participación al artista dominicano. Pero quienes así se expresan obvian la otra cara de la moneda. Parecen ignorar los vejámenes, humillaciones y explotación de que eran víctimas los artistas de la llamada “Época de oro”.

Pues bien, Petán Trujillo tenía un grupo de “escuchas” que se encargaban de reclutar hermosas adolescentes en los campos y provincias del país, con deseos de ser artistas y con aptitudes para el canto o el baile. Algunas de las que tenían la suerte de ser aceptadas por el “protector del artista dominicano”, eran invitadas por éste a pasar a su lujoso despacho, en la tercera planta del Palacio Radiotelevisor, donde les regalaba, para seducirlas, cajas de panties, brasieres y mediofondos (tenía un closet lleno de estas prendas femeninas). A algunas las seducía con palabras bonitas y luego las violaba.

En el patio de la Radiotelevisora, Petán hizo construir un bungalow (edificación que hoy es sede de Amucaba), donde residían sus bailarinas favoritas (unas treinta, con edades desde 12 hasta 20 años), quienes disfrutaban de todo confort, incluidos dormitorios, buena comida, televisión, cine, ropa y otros privilegios. Desde su lujosa residencia, contigua al bungalow, Petán chequeaba con unos binoculares los movimientos de su harén, cuyas integrantes servían para satisfacer, noche por noche, los caprichos sexuales del “protector del artista dominicano”.

Cada martes y cada viernes, a las 8:00 de la noche, “el general” se paraba, vestido con uniforme de gala y acompañado de varios de sus incondicionales, en la puerta de la Oficina de información (anexo que fue demolido hace años, para construir una antena gigante). Antes de iniciarse el show que cada mares y cada viernes era presentado en vivo en el anfiteatro al aire libre, desfilaban ante “el Protector”, organizadas en una larga hilera, la bailarinas, tanto las “internas” como las “externas” (estas últimas eran unas sesenta o más), quienes daban a Petán un beso en la mejilla y recibían de él una papeleta de a peso nuevecita, a la cual llamaban “el Pápiro”.

El empleado de La voz Dominicana que osara mira con ojos de interés o conversar siquiera con alguna de estas bailarinas, corría el riesgo de ser cancelado y hasta de ir a parar a la cárcel. Los “escuchas” se encargaban de vigilar los pasos de las mismas.

En lo que respecta a las cantantes de la “Época de oro”, su condición era distinta, aunque eran víctimas de las mismas humillaciones y explotación.  Algunas fueron casadas a la fuerza por Petán con el hombre elegido por él mismo, luego de haberlas disfrutado sexualmente. Muchas se dieron a respetar, en base a su calidad  artística, su seriedad profesional y su dignidad femenina, entre quienes destacan Elenita Santos, Fellita Puello Cerón, Lita Sánchez,  Violeta Stefan, Ángela Vásquez, así como las bailarinas Josefina Miniño y Nereyda Rodríguez, entre otras.

De 1961 hasta ahora

Con  la caída de la tiranía trujillista, el país comenzó a experimentar cambios significativos en todos los órdenes. Al afianzarse las libertades públicas y expandirse la vida económica del país, proliferaron los centros de diversión, cuyo auge abarca actualmente todo el país, con el surgimiento de bares, discotecas, hoteles y lujosos night clubs, que sirven de fuentes de empleo para las bailarinas y las cancionistas. Algunas trabajan por placer, las más por necesidad, y otras buscando descollar dentro del arte popular. Sea cual fuere el motivo que las impulsa a subir a la pista, lo cierto es que, salvo raras excepciones, en su mayoría son acosadas sexualmente por los clientes, así como por propietarios y funcionarios de centros de diversión y,  hasta por cronistas aventureros.

Algunas ceden, en aras de conquistar el éxito o de que les sea extendido un contrato; otras, con fines de ascender o ganar un comentario favorable en la prensa escrita, radial o televisiva. Pero también existen las que se dan a respetar y que logran alcanzar la popularidad y el estrellato en base a su calidad artística y al trabajo tenaz que realizan, entre quienes cabe mencionar a Luchy Vicioso, Sonia Silvestre, Rhina Ramírez, Maridalia Hernández, Cecilia García y otras tantas.

Ciertamente, la mujer dominicana ha tenido que salvar muchos obstáculos de orden moral para brillar en el mundo del espectáculo; algunas han sucumbido, pero las más han sabido mantener su dignidad.