miércoles, 29 de enero de 2020

Borrón y cuenta nueva = corrupción e impunidad


La sociedad dominicana, hastiada de más de 30 años de oscurantismo político, y angustiada durante tres largas décadas de sangrienta tiranía, creyó ver a partir del 30 de mayo de 1961, con el ajusticiamiento del tirano, la luz al final del túnel.
Para la gran mayoría del pueblo había llegado por fin el momento de realizar cambios profundos en nuestro país, con miras a instaurar un régimen de derecho, respetuoso de las libertades públicas y proclive a la aplicación de la justicia social.
Para esa fecha el país experimentaba una situación revolucionaria, caracterizada por la existencia de una crisis política, económica y social; una crisis fruto del agotamiento histórico de un régimen tiránico que había controlado todos los aspectos de la vida nacional.
En lo político, el bloque de poder, es decir la oligarquía tradicional, la iglesia y el gobierno norteamericano, tenían fuertes contradicciones con Trujillo, lo cual produjo al tirano un aislamiento internacional que le hacía difícil mantener su dominio por medio del terror y del control ideológico del pueblo.

La crisis económica se expresaba en la caída de las inversiones privadas y en los problemas financieros del gobierno. Y la crisis social se evidenciaba en el auge de la lucha popular y el creciente rechazo del pueblo a la dictadura.
Y es que, como apunta José Ingenieros en su enjundioso ensayo sobre las Fuerzas Morales, “cada vez que una generación envejece y reemplaza su ideario por bastardeados apetitos, la vida pública se abisma en la inmoralidad y la violencia. En esa hora deben los jóvenes empuñar la Antorcha y pronunciar el Verbo: es su misión renovar el mundo  moral y en ellos ponen sus esperanzas los pueblos que anhelan ensanchar los cimientos de la justicia. Libres de dogmatismos, pensando en una humanidad mejor, pueden aumentar la parte de felicidad común y disminuir el lote de comunes sufrimientos”.
Y resalta el destacado ensayista italo-argentino: “Jóvenes son los que no tienen complicidad con el pasado”.
Aunque en nuestro país estaban dadas las condiciones socio-económicas para que surgiera una revolución, la misma estaba muy lejos de producirse debido a que no existía una fuerza política capaz de derrocar la dictadura y tomar el poder. O sea, la vanguardia que debía dirigir el proceso de cambio, integrada por organizaciones sociales y políticas,  era muy débil.
Pese a que para el 1959-60 no existía esa vanguardia, y a pesar de que Trujillo se tambaleaba, éste daba muestras de que no entregaría pacíficamente el poder, circunstancias que llevaron al gobierno norteamericano salir a tiempo de Trujillo, antes de que una fuerza política interna lo derrocara e iniciara un cambio revolucionario, como había sucedido dos años antes en Cuba, bajo la forma de un ejército guerrillero con apoyo de masas que liquidó la dictadura de Batista.
A la muerte de Trujillo, su hijo Ramfis era el jefe de las Fuerzas Armadas y se encontraba en Francia, de donde regresó de inmediato llamado por el “presidente”
Balaguer, para asumir el poder. Como es natural, el grupo de burgueses y pequeños burgueses enriquecidos durante la Era se adhirió a Ramfis y a Balaguer. Asimismo, el aparato militar del régimen desató una fuerte represión, asesinó a varios de los involucrados en el tiranicidio y a otros los apresó.
La burguesía tradicional comprendió que muerto Trujillo no era posible la continuidad del régimen y para tomar el poder creó la Unión Cívica Nacional, donde también participaron pequeños burgueses. El principal líder de ese grupo era el médico antitrujillista Viriato Fiallo.
Paralelamente, en el seno de la sociedad dominicana se había venido incubando una generación rebelde, contestataria, que cerró filas en el Movimiento Clandestino 14 de Junio, liderado por Manolo Tavárez Justo.
De nuevo citamos a Ingenieros: “Cada generación abre las alas donde las ha cerrado la anterior, para volar más lejos, siempre más. Cuando una generación las cierra en el presente, no es juventud: sufre de senilidad precoz. Cuando vuela hacia el pasado, está agonizando; peor, ha nacido muerta”.
Como el asesinato del tirano desató una importante lucha popular contra sus herederos en el poder y el país seguía aislado internacionalmente, el régimen se vio obligado a permitir el retorno de los exiliados y a liberar a los hombres y mujeres del 14 de Junio que permanecían en la cárcel.
El 5 de julio de 1961, llegó al país una delegación del Partido Revolucionario Dominicano encabezada por Ángel Miolán, e integrada además por Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo, la cual comenzó a crear estructuras organizativas.  Cuando el PRD, organización fundada en Cuba en 1938, llegó a la República Dominicana, hubo una grande manifestación, y en esa concentración, Ramón A. Castillo proclamó aquello de “borrón y cuenta nueva,” en procura de pacificar los ánimos políticos. Tres meses después llegó Juan Bosch y se puso al frente de ese partido.
Cuando el Profesor Bosch regresó a República Dominicana, el 20 de octubre de 1961, luego de 24 años de exilio,  pronunció un elocuente discurso en el cual hizo “un llamado a la concordia nacional, al abandono del rencor y el odio y a la construcción con el esfuerzo de todos  de un nuevo hogar para la democracia de América”.
En otro orden, Manolo y el resto de catorcistas que salieron de las cárceles reorganizaron su grupo político, el cual se convirtió en Movimiento Revolucionario 14 de Junio, cuyo objetivo inmediato fue organizar la lucha militante contra los remanentes de la tiranía.
El 14 de Junio y la Unión Cívica centraron sus esfuerzos en desalojar a los trujillistas del poder, y aunque organizaban juntos grandes manifestaciones, los objetivos políticos de ambos eran distintos. En cambio, el PRD buscó el apoyo del pueblo demandando reivindicaciones sociales.
Las masas, eufóricas, recorrían las calles de todo el país derribando estatuas del tirano y persiguiendo a los esbirros de la tiranía. El caldo de cultivo estaba en ebullición, pero hacía falta un líder que encauzara en forma organizada a las masas irredentas, profundizando las contradicciones de clases y con una clara estrategia política.
El gobierno norteamericano presionó a Ramfis para que liberalizara el régimen y se pudiera así levantar las sanciones económicas impuestas por la OEA como castigo al atentado de Trujillo contra Rómulo Betancourt, entonces presidente de Venezuela. Sectores del gobierno controlado por Ramfis y Balaguer se opusieron a la propuesta norteamericana y pretendieron resolver por la fuerza la situación y mantener el sistema de dominación heredado de Trujillo. Sin embargo, tal esfuerzo ya no era sostenible, debido al empuje popular y la presión externa.
Aunque la tristemente célebre frase de “borrón y cuenta nueva” no formó parte de aquel histórico discurso de Bosch, la cual fue una infeliz ocurrencia de Ramón Castillo, más adelante el profesor Bosch asumiría esa consigna como método de lucha para atraerse la simpatía de las fuerzas desplazadas del poder con la muerte del tirano.
Con la consigna de "Borrón y Cuenta Nueva" el Partido Revolucionario Dominicano se atrajo el voto de los trujillistas (y de los que no lo fueron del todo, pero se sintieron amenazados, o al menos molestos, por los látigos que pregonaba el Dr. Viriato Fiallo). 
Aunque esta consigna le dio el triunfo al PRD, los resultados han sido nefastos para la institucionalización de la República Dominicana.
Actualmente cobra mucha fuerza lo expresado hace años por el polémico periodista Miguel Ángel Velázquez Mainardi en su obra Corrupción e Impunidad en República Dominicana: “El nivel escandaloso a que ha llegado el llamado “borrón y cuenta nueva”, en los últimos (…) años, ha generado el desarrollo de fuerzas económicas que, por su influencia, resultan ser poderosas e inexpugnables. Este fenómeno tiene, hoy por hoy, inconfundibles perfiles de alta delincuencia, lo que lo inserta en el contexto de expresión gangsteril dada su analogía con el hamponismo político”.