La historia se
repite
(Este trabajo lo publiqué en el semanario LA
PRENSA Dominicana, edición piloto del 28 de febrero de 1997).
De nuevo ronda los pasillos del palacio de
Gobierno el fantasma de la reelección presidencial.
Recientemente el consultor jurídico del Poder
Ejecutivo, Dr. César Pina Toribio, reveló que “el Presidente Leonel Fernández
contempla convocar una Asamblea Constitutiva para discutir la reelección
presidencial y rediseñar las reglas procedimentales a seguir por el Congreso
Nacional y la Justicia”.
Parece que el Doctor Leonel Fernández ha sido
afectado desde muy temprano por el síndrome reeleccionista, que tantos males ha
causado a la institucionalidad democrática dominicana.
La historia reciente de nuestro país es bien
elocuente al respecto.
En el año 1930 los intentos reeleccionistas del
presidente Horacio Vásquez provocaron el
surgimiento de la más férrea dictadura sufrida por el pueblo dominicano,
encabezada por el monstruo Rafael Leónidas Trujillo, quien se mantuvo en el
poder durante más de 30 años, a través de sucesivas y fraudulentas reelecciones
teñidas de sangre.
Luego de ajusticiado el tirano en 1961, tuvimos un
breve respiro democrático con la elección del profesor Juan Bosch en 1962,
primer presidente escogido libremente luego de la muerte de Trujillo. Durante
el efímero gobierno de Juan Bosch fue reformada la Constitución, donde se
consagró la No Reelección.
El derrocamiento de este primer ensayo
democrático, a los siete meses de gobierno, trajo como consecuencia la
entronización de un Triunvirato encabezado por el Dr. Donald Reid Cabral, cuyos
propósitos reeleccionistas provocaron la revolución de abril de 1965,
convertida a los pocos días en Guerra Patria contra la 2da. intervención
norteamericana en este siglo a nuestro país.
Con el suelo patrio aún ocupado por los marines
norteamericanos y bajo sus auspicios, fueron celebradas nuevas “elecciones” en
1966, dando como resultado la vuelta al poder del Dr. Joaquín Balaguer, quien
se constituiría en el más descarado de los reeleccionistas de nuestra historia,
capaz de increíbles atrocidades con fines de eternizarse en el poder.
Aunque derrotado en 1978 por el hacendado Antonio
Guzmán Fernández, candidato del Partido Revolucionario Dominicano, Balaguer se
quedó con parte importante del poder, mediante una truculenta maniobra que le
permitió controlar la Cámara Alta y por tanto, los poderes Legislativo y
Judicial, al arrebatarle cinco senadurías al PRD, con métodos puramente
gansteriles, liderados por el Dr. Vincho Castillo.
Rehabilitado políticamente de nuevo en 1986 por
los errores cometidos en el gobierno de Salvador Jorge Blanco, el Dr. Balaguer reconquista el poder en las
elecciones de ese año, y aunque vuelve con un estilo de gobierno menos violento
que en su anterior período de 12 años, recurre de nuevo a la práctica del
terror para mantenerse fraudulentamente en el poder.
Balaguer es reelegido en 1990, contra un PRD
diezmado por la división interna y por la persecución judicial desatada contra
los principales ex funcionarios del gobierno jorgeblanquista, así como contra
los principales líderes del partido blanco. Los resultados parecieron haber favorecido
al Partido de la Liberación Dominicana, pero éste no supo defender su triunfo
en las calles, como lo había jurado el profesor Juan Bosch.
Balaguer consigue reelegirse de nuevo en 1994, con
la complicidad de una Junta electoral abyecta hasta la médula.
El Dr. José Francisco Peña Gómez, principal
contendiente del Dr. Balaguer y favorito de las grandes mayorías nacionales,
fue el evidente ganador de dichas elecciones, por lo que inicia de inmediato
una lucha sin cuartel, tanto nacional como internacional, con fines de que sean
anulados dichos comicios y convocadas nuevas elecciones. Este irregular proceso
llevó al país al borde de una guerra civil, la cual no estalló por el desprendimiento
y el patriotismo del Dr. Peña Gómez.
Los principales partidos llegaron a un acuerdo a
través del Pacto por la Democracia firmado el 10 de agosto de 1994 en el Palacio
Nacional, en presencia de testigos de diferentes organizaciones y
representantes de la sociedad civil, de la Iglesia Católica y de la
Organización de Estados Americanos (OEA), lo cual culminó en la celebración de
una Asamblea Nacional Revisora que reformó el Artículo 49 de la Constitución, donde se consagra de nuevo la
No reelección presidencial sucesiva. Asimismo, dicha Asamblea Revisora rebajó en dos años el período del
nuevo gobierno de Balaguer, convocando a nuevas elecciones para el 16 de mayo
de 1996.
Lo acontecido después es harto conocido por el
pueblo dominicano. Balaguer no pudo ser candidato de nuevo, pero logró mantener
una significativa cuota de poder, a través de un acuerdo electoral con el Dr.
Leonel Fernández.
Luego de este somero análisis, resulta preocupante
que a sólo seis meses de gobierno peledeísta, aquéllos que ayer fueron
abanderados de la No Reelección, pretendan ahora convocar a una nueva Constituyente
para restablecer el continuismo.
El pueblo debe rechazar militantemente estas
pretensiones, por cuanto es evidente que la reelección presidencial ha sido
funesta para la definitiva institucionalización de la democracia dominicana.
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