miércoles, 29 de enero de 2020

Borrón y cuenta nueva = corrupción e impunidad


La sociedad dominicana, hastiada de más de 30 años de oscurantismo político, y angustiada durante tres largas décadas de sangrienta tiranía, creyó ver a partir del 30 de mayo de 1961, con el ajusticiamiento del tirano, la luz al final del túnel.
Para la gran mayoría del pueblo había llegado por fin el momento de realizar cambios profundos en nuestro país, con miras a instaurar un régimen de derecho, respetuoso de las libertades públicas y proclive a la aplicación de la justicia social.
Para esa fecha el país experimentaba una situación revolucionaria, caracterizada por la existencia de una crisis política, económica y social; una crisis fruto del agotamiento histórico de un régimen tiránico que había controlado todos los aspectos de la vida nacional.
En lo político, el bloque de poder, es decir la oligarquía tradicional, la iglesia y el gobierno norteamericano, tenían fuertes contradicciones con Trujillo, lo cual produjo al tirano un aislamiento internacional que le hacía difícil mantener su dominio por medio del terror y del control ideológico del pueblo.

La crisis económica se expresaba en la caída de las inversiones privadas y en los problemas financieros del gobierno. Y la crisis social se evidenciaba en el auge de la lucha popular y el creciente rechazo del pueblo a la dictadura.
Y es que, como apunta José Ingenieros en su enjundioso ensayo sobre las Fuerzas Morales, “cada vez que una generación envejece y reemplaza su ideario por bastardeados apetitos, la vida pública se abisma en la inmoralidad y la violencia. En esa hora deben los jóvenes empuñar la Antorcha y pronunciar el Verbo: es su misión renovar el mundo  moral y en ellos ponen sus esperanzas los pueblos que anhelan ensanchar los cimientos de la justicia. Libres de dogmatismos, pensando en una humanidad mejor, pueden aumentar la parte de felicidad común y disminuir el lote de comunes sufrimientos”.
Y resalta el destacado ensayista italo-argentino: “Jóvenes son los que no tienen complicidad con el pasado”.
Aunque en nuestro país estaban dadas las condiciones socio-económicas para que surgiera una revolución, la misma estaba muy lejos de producirse debido a que no existía una fuerza política capaz de derrocar la dictadura y tomar el poder. O sea, la vanguardia que debía dirigir el proceso de cambio, integrada por organizaciones sociales y políticas,  era muy débil.
Pese a que para el 1959-60 no existía esa vanguardia, y a pesar de que Trujillo se tambaleaba, éste daba muestras de que no entregaría pacíficamente el poder, circunstancias que llevaron al gobierno norteamericano salir a tiempo de Trujillo, antes de que una fuerza política interna lo derrocara e iniciara un cambio revolucionario, como había sucedido dos años antes en Cuba, bajo la forma de un ejército guerrillero con apoyo de masas que liquidó la dictadura de Batista.
A la muerte de Trujillo, su hijo Ramfis era el jefe de las Fuerzas Armadas y se encontraba en Francia, de donde regresó de inmediato llamado por el “presidente”
Balaguer, para asumir el poder. Como es natural, el grupo de burgueses y pequeños burgueses enriquecidos durante la Era se adhirió a Ramfis y a Balaguer. Asimismo, el aparato militar del régimen desató una fuerte represión, asesinó a varios de los involucrados en el tiranicidio y a otros los apresó.
La burguesía tradicional comprendió que muerto Trujillo no era posible la continuidad del régimen y para tomar el poder creó la Unión Cívica Nacional, donde también participaron pequeños burgueses. El principal líder de ese grupo era el médico antitrujillista Viriato Fiallo.
Paralelamente, en el seno de la sociedad dominicana se había venido incubando una generación rebelde, contestataria, que cerró filas en el Movimiento Clandestino 14 de Junio, liderado por Manolo Tavárez Justo.
De nuevo citamos a Ingenieros: “Cada generación abre las alas donde las ha cerrado la anterior, para volar más lejos, siempre más. Cuando una generación las cierra en el presente, no es juventud: sufre de senilidad precoz. Cuando vuela hacia el pasado, está agonizando; peor, ha nacido muerta”.
Como el asesinato del tirano desató una importante lucha popular contra sus herederos en el poder y el país seguía aislado internacionalmente, el régimen se vio obligado a permitir el retorno de los exiliados y a liberar a los hombres y mujeres del 14 de Junio que permanecían en la cárcel.
El 5 de julio de 1961, llegó al país una delegación del Partido Revolucionario Dominicano encabezada por Ángel Miolán, e integrada además por Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo, la cual comenzó a crear estructuras organizativas.  Cuando el PRD, organización fundada en Cuba en 1938, llegó a la República Dominicana, hubo una grande manifestación, y en esa concentración, Ramón A. Castillo proclamó aquello de “borrón y cuenta nueva,” en procura de pacificar los ánimos políticos. Tres meses después llegó Juan Bosch y se puso al frente de ese partido.
Cuando el Profesor Bosch regresó a República Dominicana, el 20 de octubre de 1961, luego de 24 años de exilio,  pronunció un elocuente discurso en el cual hizo “un llamado a la concordia nacional, al abandono del rencor y el odio y a la construcción con el esfuerzo de todos  de un nuevo hogar para la democracia de América”.
En otro orden, Manolo y el resto de catorcistas que salieron de las cárceles reorganizaron su grupo político, el cual se convirtió en Movimiento Revolucionario 14 de Junio, cuyo objetivo inmediato fue organizar la lucha militante contra los remanentes de la tiranía.
El 14 de Junio y la Unión Cívica centraron sus esfuerzos en desalojar a los trujillistas del poder, y aunque organizaban juntos grandes manifestaciones, los objetivos políticos de ambos eran distintos. En cambio, el PRD buscó el apoyo del pueblo demandando reivindicaciones sociales.
Las masas, eufóricas, recorrían las calles de todo el país derribando estatuas del tirano y persiguiendo a los esbirros de la tiranía. El caldo de cultivo estaba en ebullición, pero hacía falta un líder que encauzara en forma organizada a las masas irredentas, profundizando las contradicciones de clases y con una clara estrategia política.
El gobierno norteamericano presionó a Ramfis para que liberalizara el régimen y se pudiera así levantar las sanciones económicas impuestas por la OEA como castigo al atentado de Trujillo contra Rómulo Betancourt, entonces presidente de Venezuela. Sectores del gobierno controlado por Ramfis y Balaguer se opusieron a la propuesta norteamericana y pretendieron resolver por la fuerza la situación y mantener el sistema de dominación heredado de Trujillo. Sin embargo, tal esfuerzo ya no era sostenible, debido al empuje popular y la presión externa.
Aunque la tristemente célebre frase de “borrón y cuenta nueva” no formó parte de aquel histórico discurso de Bosch, la cual fue una infeliz ocurrencia de Ramón Castillo, más adelante el profesor Bosch asumiría esa consigna como método de lucha para atraerse la simpatía de las fuerzas desplazadas del poder con la muerte del tirano.
Con la consigna de "Borrón y Cuenta Nueva" el Partido Revolucionario Dominicano se atrajo el voto de los trujillistas (y de los que no lo fueron del todo, pero se sintieron amenazados, o al menos molestos, por los látigos que pregonaba el Dr. Viriato Fiallo). 
Aunque esta consigna le dio el triunfo al PRD, los resultados han sido nefastos para la institucionalización de la República Dominicana.
Actualmente cobra mucha fuerza lo expresado hace años por el polémico periodista Miguel Ángel Velázquez Mainardi en su obra Corrupción e Impunidad en República Dominicana: “El nivel escandaloso a que ha llegado el llamado “borrón y cuenta nueva”, en los últimos (…) años, ha generado el desarrollo de fuerzas económicas que, por su influencia, resultan ser poderosas e inexpugnables. Este fenómeno tiene, hoy por hoy, inconfundibles perfiles de alta delincuencia, lo que lo inserta en el contexto de expresión gangsteril dada su analogía con el hamponismo político”.

sábado, 15 de julio de 2017

La “íntima convicción” de Miriam Germán

Esta “honorable” jueza nunca se ha disculpado por aquella monstruosa sentencia que evacuara el 13/3/87, cuando era titular de la Primera Cámara Penal del Jugado de Primera Instancia del  Distrito Nacional, con cuyo dictamen ordenó la insólita Instrucción Suplementaria sobre el  caso de Héctor Méndez y los hermanos De la Cruz Gálvez, lo cual sirvió de base para acusar al teniente de la Policía Uladislao Bautista (el Hippie) como responsable de cometer los crímenes que precisamente descubrió junto a otros oficiales superiores.
La sentencia de marras vino a complacer los deseos de dos abogados que lideraban entonces el terror judicial, con marcada influencia, a la sazón,  en la judicatura dominicana y en los medios de comunicación, quienes fueron los defensores de los autores convictos y confesos de dichos crímenes. Estos dos tremendistas abogados armaron una farsa jurídica que apuntaló el montaje de  la Primera Cámara Penal.
En ese entonces los jueces tomaban sus decisiones en base a su “íntima convicción”. Y la íntima convicción de la jueza Miriam Germán se basó en declaraciones absurdas del sobreviviente, luego mercenario Euclides Peralta Liriano, quien entre otros inventos sugeridos por el Poderoso Abogado del Diablo, dijo: “…el oficial que me hacía los interrogaros era Castillo, ese mismo oficial fue el que me visitó al Darío Contreras él era el que siempre me visitaba, el que llevó el camarógrafo al Centro Médico Uce, el que me dijo que el presidente me quería ver…” 
Y más adelante repite, respondiendo a la parte civil: “Sí, me llenaron luego el Certificado  Médico de la Uce- ahí también me visitaban oficiales- en una ocasión se presentó un oficial con un camarógrafo a interrogarme. Me dijo, cuando le pregunté que porqué me visitaba con ese camarógrafo. Me dijo que era que el Presidente me quería ver. ¡Es el Presidente que te quiere ver!...
Y dice por tercera vez, respondiendo a la parte civil: “Sí, cuando el oficial Castillo Núñez me fue a retratar al Centro Médico me dijo que era de parte de Salvador Jorge  Blanco…”  
La parte civil insistía en este señalamiento, porque necesitaba que alguien involucrara el Presidente Jorge  Blanco en este caso, para darle un matiz de crimen de estado a estos asesinatos comunes.
Y la “honorable” jueza Miriam Germán se basó en ésta y otras absurdas declaraciones manipuladas, para dictar su infame sentencia del 13-3-87.
¿Puede impartir justicia imparcial una magistrada que se preste a este tipo de componendas?
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           

miércoles, 1 de febrero de 2017

DUARTE Y EL DÍA NACIONAL DE LA JUVENTUD

“Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos” (Juan Pablo Duarte).

El 31 de enero, se conmemora en la República Dominicana el Día Nacional de la Juventud,  instituido mediante la Ley No.20-93. Esta fecha coincide con la celebración del día de San Juan Bosco, llamado ‘Padre y Maestro de la Juventud’.
Verdadera lástima produce contemplar la realidad actual de la mayoría de nuestros jóvenes, en un país lleno de legiones de muchachos y hasta niños atrapados en el vicio de las drogas, alienados por la cultura musical, alimentaria y la vestimenta de moda del imperio que nos avasalla. El mismo imperio cuya soldadesca invasora introdujo este vicio letal en Ciudad Nueva, en abril de 1965, para neutralizar a la juventud dominicana, que en ese entonces era una de las más politizadas de América, cuyo orgullo era lucir bajo el brazo cualquier libro de los maestros internacionales del pensamiento político, cultural, artístico y otras corrientes positivas.
Hoy día, el orgullo de los jóvenes es deambular con un vaso plástico en las manos, lleno de alcohol, un tufo a marihuana; la cabeza llena, no de ideas, sino de disparates estridentes que repiten a coro, manipulados por la industria de la música y del espectáculo, y que les impide reflexionar sobre los reales problemas del país.
Mientras las grandes masas se revuelcan en la danza de los idiotas, los dueños del poder disfrutan satisfechos los beneficios de la corrupción, amparados en la impunidad a los más altos niveles.
Por ello, el 26 de enero, fecha del natalicio del más puro de los jóvenes dominicanos, cuyo ideario debiera ser el estandarte de lucha de la juventud dominicana,  pasa sin pena ni gloria, en medio de la algarabía colectiva de una multitud ignara inmersa en un largo fin de semana festivo auspiciado por los gobernantes de turno, para que nos olvidemos,  de los grandes robos del dinero de todos los contribuyentes, en provecho de una mafia cívico-militar que nos ha extorsionado en todos los órdenes, principalmente a través del narcotráfico, la compra sobrevaluada de los Tucanos, las construcciones súper valuadas por la Odelbrech y otros escándalos de corrupción que tienen a nuestro país sumido en una peligrosa ola de delincuencia y al borde de una erupción política de graves consecuencias para nuestra endeble democracia.
Ojalá los jóvenes dominicanos despierten durante el trayecto de este “Mes de la Patria” que inició el 26 de enero hasta el 27 de febrero, y se animen a conocer y a luchar por los ideales del fundador de la República Dominicana, Juan Pablo  Duarte, el verdadero Duarte, de carne y huesos, un brillante joven con ideas claras que a los 17 años ya soñaba con la construcción de una nación libre, independiente, próspera y soberana. Todavía estamos a tiempo.

jueves, 28 de mayo de 2015

LA REELECCIÓN PRESIDENCIAL

La historia se repite
(Este trabajo lo publiqué en el semanario LA PRENSA Dominicana, edición piloto del 28 de febrero de 1997).


De nuevo ronda los pasillos del palacio de Gobierno el fantasma de la reelección presidencial.
Recientemente el consultor jurídico del Poder Ejecutivo, Dr. César Pina Toribio, reveló que “el Presidente Leonel Fernández contempla convocar una Asamblea Constitutiva para discutir la reelección presidencial y rediseñar las reglas procedimentales a seguir por el Congreso Nacional y la Justicia”.
Parece que el Doctor Leonel Fernández ha sido afectado desde muy temprano por el síndrome reeleccionista, que tantos males ha causado a la institucionalidad democrática dominicana.
La historia reciente de nuestro país es bien elocuente al respecto.
En el año 1930 los intentos reeleccionistas del presidente  Horacio Vásquez provocaron el surgimiento de la más férrea dictadura sufrida por el pueblo dominicano, encabezada por el monstruo Rafael Leónidas Trujillo, quien se mantuvo en el poder durante más de 30 años, a través de sucesivas y fraudulentas reelecciones teñidas de sangre.
Luego de ajusticiado el tirano en 1961, tuvimos un breve respiro democrático con la elección del profesor Juan Bosch en 1962, primer presidente escogido libremente luego de la muerte de Trujillo. Durante el efímero gobierno de Juan Bosch fue reformada la Constitución, donde se consagró la No Reelección.
El derrocamiento de este primer ensayo democrático, a los siete meses de gobierno, trajo como consecuencia la entronización de un Triunvirato encabezado por el Dr. Donald Reid Cabral, cuyos propósitos reeleccionistas provocaron la revolución de abril de 1965, convertida a los pocos días en Guerra Patria contra la 2da. intervención norteamericana en este siglo a nuestro país.
Con el suelo patrio aún ocupado por los marines norteamericanos y bajo sus auspicios, fueron celebradas nuevas “elecciones” en 1966, dando como resultado la vuelta al poder del Dr. Joaquín Balaguer, quien se constituiría en el más descarado de los reeleccionistas de nuestra historia, capaz de increíbles atrocidades con fines de eternizarse en el poder.
Aunque derrotado en 1978 por el hacendado Antonio Guzmán Fernández, candidato del Partido Revolucionario Dominicano, Balaguer se quedó con parte importante del poder, mediante una truculenta maniobra que le permitió controlar la Cámara Alta y por tanto, los poderes Legislativo y Judicial, al arrebatarle cinco senadurías al PRD, con métodos puramente gansteriles, liderados por el Dr. Vincho Castillo.
Rehabilitado políticamente de nuevo en 1986 por los errores cometidos en el gobierno de Salvador Jorge Blanco,  el Dr. Balaguer reconquista el poder en las elecciones de ese año, y aunque vuelve con un estilo de gobierno menos violento que en su anterior período de 12 años, recurre de nuevo a la práctica del terror para mantenerse fraudulentamente en el poder.
Balaguer es reelegido en 1990, contra un PRD diezmado por la división interna y por la persecución judicial desatada contra los principales ex funcionarios del gobierno jorgeblanquista, así como contra los principales líderes del partido blanco. Los resultados parecieron haber favorecido al Partido de la Liberación Dominicana, pero éste no supo defender su triunfo en las calles, como lo había jurado el profesor Juan Bosch.
Balaguer consigue reelegirse de nuevo en 1994, con la complicidad de una Junta electoral abyecta hasta la médula.
El Dr. José Francisco Peña Gómez, principal contendiente del Dr. Balaguer y favorito de las grandes mayorías nacionales, fue el evidente ganador de dichas elecciones, por lo que inicia de inmediato una lucha sin cuartel, tanto nacional como internacional, con fines de que sean anulados dichos comicios y convocadas nuevas elecciones. Este irregular proceso llevó al país al borde de una guerra civil, la cual no estalló por el desprendimiento y el patriotismo del Dr. Peña Gómez.
Los principales partidos llegaron a un acuerdo a través del Pacto por la Democracia firmado el 10 de agosto de 1994 en el Palacio Nacional, en presencia de testigos de diferentes organizaciones y representantes de la sociedad civil, de la Iglesia Católica y de la Organización de Estados Americanos (OEA), lo cual culminó en la celebración de una Asamblea Nacional Revisora que reformó el Artículo 49 de la  Constitución, donde se consagra de nuevo la No reelección presidencial sucesiva. Asimismo, dicha Asamblea  Revisora rebajó en dos años el período del nuevo gobierno de Balaguer, convocando a nuevas elecciones para el 16 de mayo de 1996.
Lo acontecido después es harto conocido por el pueblo dominicano. Balaguer no pudo ser candidato de nuevo, pero logró mantener una significativa cuota de poder, a través de un acuerdo electoral con el Dr. Leonel Fernández.
Luego de este somero análisis, resulta preocupante que a sólo seis meses de gobierno peledeísta, aquéllos que ayer fueron abanderados de la No Reelección, pretendan ahora convocar a una nueva Constituyente para restablecer el continuismo.

El pueblo debe rechazar militantemente estas pretensiones, por cuanto es evidente que la reelección presidencial ha sido funesta para la definitiva institucionalización de la democracia dominicana.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Rinden tributo a Manolo Tavárez en 51 Aniversario de su muerte

Conuco, Salcedo, Provincia Hermanas Mirabal. Un sentido tributo de recordación le fue rendido a Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo) el domingo 21, en la Casa-Museo Hermanas Mirabal, en la provincia del mismo nombre, con motivo del 51 aniversario del asesinato del líder de la agrupación política 14 de Junio,  caído en Las Manaclas junto a otros 14 compañeros.
El acto fue organizado por el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana (MMRD) y la Casa-Museo Hermanas Mirabal, una extensión del Panteón de la Patria donde reposan los restos de Manolo Tavárez Justo, Patria, Minerva y María Teresa Mirabal. Asistieron representantes de las fundaciones patrióticas, así como autoridades provinciales.
La directora del Museo de la Resistencia, Luisa De Peña relató durante el acto que ‘‘el 21 de diciembre de 1963, al caer la tarde un comando especial comandado por Darío Díaz Gil bajo las órdenes del general Ramiro Matos González, jefe militar de la operación antiguerrillera, asesinó a un grupo de 15 integrantes del 14 de Junio en franca violación a la Convención de Ginebra”. La masacre tuvo lugar en el Alto de la Diferencia, en Las Manaclas, San José de las Matas. Manolo murió a la edad de 32 años.

La hija de Manolo, Minou Tavárez Mirabal, hablando en nombre de su hermano y demás familiares, se quejó de que el sistema judicial dominicano no le ha dado curso a una demanda sobre los responsables del crimen de guerra del 21 de diciembre del
1963. Expresó que, si en los próximos meses la justicia dominicana no da una respuesta deseada, entonces los familiares de Manolo y demás sublevados, acudirán a los tribunales internacionales para reclamar castigo contra los autores de los crímenes.  Minou Tavárez Mirabal motivó a los presentes a rendir un homenaje de pies con un aplauso prolongado, para su padre y las demás víctimas.
Los guerrilleros que fueron fusilados junto al doctor Manolo Tavárez Justo fueron Leonte Schott Michel, Alfredo Peralta Michel, Rubén Díaz Moreno, Jesús Antonio (Tony) Barreiro Rijo, Juan Ramón (Monchi) Martínez, Manuel de los Reyes (Reyito) Díaz Herrera, doctor Federico José Cabrera, Jaime Ricardo Socías, Fernando Arturo (Papito) Ramírez Torres, Carlos Manuel Fondeur, Rubén Alfonso (Fonsito) Marte Aguayo, Caonabo Abel, Antonio (Manchao) Filión y José Daniel Fernández Santos.

miércoles, 5 de febrero de 2014

El racismo dominicano en el siglo XX

Superada la dictadura de Hereaux en 1899, la República Dominicana inició el siglo XX con un marcado optimismo, hecho que puede notarse en el acento liberal y nacionalista de las exposiciones de sus principales intelectuales y en el notable flujo de las ideas que ponían énfasis en la necesidad del fortalecimiento de la democracia y el orden institucional de la nación.
Cabe destacar en ese orden las aportaciones de los hermanos Henríquez y Carvajal, Francisco y Federico, Luis Conrado del Castillo, Américo Lugo y  Enrique Jiménez, nuestro primer pensador de ideas social-demócratas, entre otros.
Sin embargo, todo parece indicar que el retorno a la dictadura con Cáceres, y el difícil período de inestabilidad registrado a partir de su muerte en 1911, y la propia intervención miliar norteamericana de 1916, afectaron las concepciones progresistas y contribuyeron a afianzar en el mundo intelectual dominicano el pensamiento pesimista de raíces biologistas y a su corolario, el racismo.
El primer estudio de esencia pesimista bien articulado teóricamente, lo es La alimentación y las razas, escrito a finales del siglo XIX por José Ramón López, y, es bueno subrayarlo, no registró entonces gran repercusión, sino años después, en pleno siglo XX.
Este ensayo constituye el primer intento de explicación sociológica del atraso político, económico y social del pueblo dominicano. En él, José Ramón López acentúa el factor biológico para determinar el proceso histórico general de la nación.
El meollo de sus argumentos parte de la degeneración de las “razas” que conformaron a nuestro pueblo: el aborigen, la española y la negra, a causa de una mala alimentación.
“La mala alimentación –subraya el citado autor- ha establecido en nuestros campos la moralidad que les es peculiar. Debilitó al hombre, le empobreció la fuerza cerebral, y ya en esos extremos fue perezoso, efecto éste que corrobora la causa, pues inutiliza al campesino para destruirla” (pág. 48). “La imprevisión hace el campesino jugador empedernido, pues no alcanzan a imaginar otro alivio a su miseria, y se aferran al vicio que ha de agravarlas” (pág. 51).
“La violencia le convierte pronto en homicida, cuando no en asesino; y la doblez le cierra el camino de la prosperidad honrada, por el aislamiento y la desconfianza que riega en torno a él”.
Importante es anota que varias décadas después, López escribió otro ensayo sociológico: La paz en la República Dominicana, (19015), donde negó absolutamente sus postulados anteriores.
Así, por ejemplo, refiriéndose a ese mismo campesino dominicano, López sostiene en ese nuevo libro:
“Es una leyenda calumniosa la de que el campesino dominicano es un hombre haragán. Lejos de eso, el esfuerzo muscular que realiza cada día es verdaderamente admirable, y en las fincas de caña de Macorís ha podido ser comprobado y puesto fuera de discusión que el labriego dominicano realiza en cada tarea el doble de trabajo que los labriegos y extranjeros allí empleados. Y esto es tanto más admirable cuanto que el campesino dominicano, en la generalidad de los casos, está pésimamente alimentado.
“Lo que sucede es que la suicida organización social que padecemos lo mantiene en la ignorancia más absoluta”.
Otro intelectual de la misma escuela pesimista y racista, contemporáneo de López, es Federico García Godoy (1855-1924).
Las valoraciones negativas expuestas por este último expresan el mismo fundamento biológico de López, aunque en esta caso se acentúa mayormente el cruzamiento étnico, como factor determinante del atraso de nuestra sociedad.
Según García Godoy explicó en su libro El Derrumbe:
“En el hibridismo de nuestro origen residen los gérmenes nocivos que, fructificando con el tiempo, han determinado un estado social en gran parte refractario a un desarrollo de la civilización efectiva y pacífica. De sangre indígena, de sangre quisqueyana tenemos bien poca sosa, si es que poseemos algo. Nuestra confección étnica actual está integrada por sangre del blanco europeo de procedencia generalmente baja y maleantes y del etíope salvaje y pleno de supersticiones febricitantes y fetichistas, tan distintos y desafines: surgió un tipo colonial de aspectos precisos y definidos, pero poco capaz de evolucionar de manera gradual y metódica hacia formas de vida social cada vez más progresistas y perfectibles” (García Godoy, Federico. El Derrumbe. Editora UASD, 1975, pág. 36).
Otro autor de la misma línea pesimista y racista es el doctor Moscoso Puello, quien publicó una larga serie de artículos bajo el título de Cartas a Evelina, donde dibuja sus concepciones sobre el pueblo dominicano.
Según Moscoso, la mezcla de razas ha dado origen al mestizo dominicano, “que es de tipo inferior”.
Moscoso Puello, sin embargo, no acentúa solamente los factores biológicos para explicar nuestros atrasos, sino que agrega otro: el factor climatológico.
Según Moscoso, el trópico ha influido para crear en nuestro suelo un hombre, que “no tiene nada que envidiarle a los aborígenes de hace cuatrocientos años… dada su inclinación a la hamaca y la haraganería” (Cartas a Evelina, pág. 49).
Resulta interesante subrayar que el racismo exhibió por nuestros intelectuales durante las primeras dos décadas del siglo XX, no muestra rasgos de que encontró apoyo en el seno de la mayor parte de nuestro pueblo, constituido entonces por cerca de un 90% de analfabetos, donde el mensaje escrito no podía llegar.
El racismo comienza a cobrar fuerza a partir de los años treinta, por estas dos razones fundamentales:
Primero: El notable crecimiento de la inmigración negra (cocola y haitiana), fuerza laboral sobre cuyos cimientos se levantó el desarrollo de la industria azucarera, y
Segundo: La adopción del racismo como política de Estado por la dictadura de Trujillo, que en el nombre de un seudonacionalismo condujo a que un grupo de sus intelectuales constituyeran un cuerpo ideológico doctrinal, que puso énfasis en la posibilidad de la desaparición de nuestra nacionalidad, a causa de la migración haitiana hacia nuestro territorio.
Conviene tener presente que esta creación aberrante, que fue el marco ideológico que cubrió el asesinato en 1937 de más de 10,000 haitianos que habitaban, sobre todo, en la zona fronteriza, surgía precisamente en los momentos en que Hitler, en Alemania, y Mussolini, en Italia, también convertían el racismo en política de Estado.
Estos dos funestos personajes de la historia europea tenían muchos simpatizantes dentro e la dictadura de Trujillo.
Uno de ellos, el doctor Fabio Mota, escribió un ensayo titulado Prensa y Tribuna (1939), donde exponía la identidad existente entre el fascismo y el supuesto “neosocialismo dominicano”, nombre con el que identificaba a la orientación doctrinal de la dictadura.
Otro factor importante y que también contribuyó a fortalecer el racismo fue el espectacular desarrollo, a partir de la década del treinta, del cine norteamericano, que dominaba completamente el negocio de nuestras salas de exhibición. En las películas norteamericanas de entonces, el negro y el mulato apenas aparecían, y cuando los productores cinematográficos solían incluir una persona de color en sus drama y comedias, ésta intervenía en calidad de sirviente, chofer, o en otros quehaceres, que nuestras clases media y alta entendían como denigrantes.
En el caso específico de las películas de aventuras, una mención especial en el fortalecimiento del racismo nos merecen las cintas que protagonizó un famoso personaje de la cinematografía, que bautizaron con el nombre de Tarzán, y que tenían como escenario África.
En todas sus películas, Tarzán, que era el blanco, aunque criado en la selva africana, siempre salía triunfante de todas sus aventuras, venciendo todos los peligros, mientras las “salvajes” tribus negras siempre sucumbían.
La aplicación del fascismo como política de Estado en nuestro país, condujo a la dictadura a la utilización de los medios de comunicación en la misma dirección y, lo que fue más grave, a orientar la educación pública por el mismo derrotero.
Papeles estelares jugaron en el paso de la creación de la literatura racista Joaquín Balaguer y Manuel Arturo Peña Batlle.
Después de desaparecida la dictadura con la muerte de Trujillo en 1961, todo el andamiaje ideológico que le sirvió de cobertura comenzó a desgastarse, y por tanto, también el racismo como política oficial del Estado.
Sin embargo, el racismo como tal, es decir, como componente ideológico, siguió vigente en varias capas importantes de la población dominicana, que había sido educada bajo tales principios. Me estoy refiriendo a la clase media alta y a los sectores oligárquicos.
La apertura democrática (con sus limitaciones) que comenzamos a vivir a partir de 1962, al permitir el libre juego de las ideas en todos los órdenes, facilitó el surgimiento de grupos intelectuales que combatieron esa lacra denominada racismo, a nuestro entender con notable éxito.
No obstante lo que hemos logrado en la lucha contra el racismo, no es posible sostener que éste ha desaparecido.
Los procesos electorales de 1990, 1994 y 1996, donde un hombre negro, el doctor José Francisco Peña Gómez, participaba como aspirante a la presidencia de la República, pusieron en evidencia que esa lacra ideológica supervive, sobre todo a nivel de la clase media, la media alta y en los sectores burgueses más elevados.
No quiero profundizar mucho en este último aspecto, pero sí recordarles que los grupos racistas nacionales, crearon, incluso, una entidad, la Unión Nacionalista, que se identificaba como “patriótica, civilista y apartidista”, que trató de explotar, con nueva envoltura ideológica, el prejuicio antihaitiano-racista que subyace en el fondo de la conciencia de importantes grupos sociales nacionales.
Como se recordará, los integrantes de la Unión Nacionalista construyeron una leyenda, que sostenía que tres grandes potencias, Francia, Estados Unidos y Canadá, con el propósito de resolver la crisis política haitiana, y su expresión que más les afectaba, la migración de sus habitantes hacia sus territorios, tenían proyectada la fusión de nuestra nación con Haití, y que instrumento clave para esa fusión era el doctor José Francisco Peña Gómez.
Envueltos en ese odio irracional que siempre conduce al racismo, la conducta de la llamada Unión Nacionalista, en las elecciones de 1994 y 1996 alcanzó los niveles de la inmoralidad política más aberrante, pues en el primer evento comicial, no sólo apoyó el fraude cometido por Balaguer, denunciado por observadores nacionales e internacionales, sino que además, en las elecciones de 1996, los “patriotas apartidistas” de la UND llamaron a votar contra Peña Gómez.
El documento publicado en octubre de 1995, al tiempo que llama a votar “consecuentemente contra la conspiración que amenaza extinguir lo que queda de la soberanía”… más adelante pide al pueblo que “derroten a los portavoces nacionales del entreguismo y de la disolución de nuestra nación y nuestra identidad, en la abierta conjura de fusión con Haití con que están comprometidos”, (Documentos de la Unión Nacionalista, pág. 220, Vol. 1, Editora Collado, Dic. 1998, edición auspiciada por la Universidad Central del Este).
Igual conducta racista adoptó el Partido de la Liberación Dominicana en contra del candidato del PRD, y en una de sus manifestaciones, efectuada en Santiago, exhibió un mono de trapo con un letrero en el pecho que decía: “José Francisco Peña Gómez”.
Pero para que queda evidencia escrita de hasta dónde llegó el fanatismo racista entre sus miembros y dirigentes, uno de los principales intelectuales de ese partido, el doctor Bruno Rosario Candelier, expresó, en un artículo publicado el 24 de junio de 1995 en el matutino El Siglo, que Peña Gómez representaba manifestaciones, en su comportamiento y en su psicología, del hombre primitivo, y que era “deudor de antiquísimos designios haitianos”.
(Ensayo presentado por el sociólogo e historiador Franklin Franco Pichardo en el Décimo Congreso Dominicano de Historiadores, “Historia de los Pueblos del Caribe”, celebrado del 24 al 28 de octubre de 2000 en el Museo de Historia y Geografía, Santo Domingo, República Dominicana).

lunes, 18 de marzo de 2013

La mujer y el espectáculo en la Era de Trujillo


(Publicado en Listín Diario, el domingo 26 de noviembre del 2000. Espectacular, pág. 6)

Muchos prefieren ignorar las humillaciones y la explotación de que eran víctimas las artistas de la llamada época de oro del arte dominicano.

ARISMENDI VÁSQUEZ G.
Santo Domingo

Desde hace décadas las mujeres de todo el planeta participan de forma activa en la vida de la sociedad contemporánea, en reclamo del espacio que como seres humanos les corresponde. La mujer dominicana no ha vivido al margen de este movimiento universal. Ciertamente ha tenido que librar duras batallas para que le sean reconocidos sus derechos y, aunque lejos está aún del logro total de tan hermosa reivindicación, resulta evidente su participación activa en distintos menesteres de la vida nacional.

Queremos hablar en este trabajo sobre una gran cantidad de mujeres que laboran en el mundo del espectáculo, específicamente en el área popular; un mundo de oropel, lleno de magia, risas, placeres y aparente felicidad, pero que tiene también su triste reverso cargado de injusticias, amarguras, explotación y miseria.

Dos géneros predominan en el arte popular, apropiados para la mujer: el canto y el baile. Las que llegan al estrellato disfrutan del lado rutilante de la medalla; pero las del montón sólo cosechan amarguras y humillaciones, y son explotadas, usadas y vilipendiadas por los magnates del mundo del espectáculo.

La época de Petán Trujillo

Aunque en el país han existido cantantes y bailarinas desde mucho antes del presente siglo, no es sino hasta las décadas de los 40 a los 60 cuando toma gran auge la actividad artística, con la fundación el 1 de agosto de 1942, del Palacio Radiotelevisor La Voz Dominicana (hoy Radiotelevisión Dominicana), propiedad en ese entonces el general J. Arismendi Trujillo Molina (Petán), quien había iniciado su incursión como empresario radiofónico en Bonao, donde fundó años antes La Voz del Yuna.

Hay quienes proclaman que Petán fue un protector y propulsor del artista dominicano, por cuanto en su radiotelevisora (única en el país en ese entonces) se fundaron sendas escuelas e canto, de baile y de arte dramático y se formaron varias orquestas (la San José, la Angelita, entre otras), así como se crearon programas radiales y televisivos donde se le daba participación al artista dominicano. Pero quienes así se expresan obvian la otra cara de la moneda. Parecen ignorar los vejámenes, humillaciones y explotación de que eran víctimas los artistas de la llamada “Época de oro”.

Pues bien, Petán Trujillo tenía un grupo de “escuchas” que se encargaban de reclutar hermosas adolescentes en los campos y provincias del país, con deseos de ser artistas y con aptitudes para el canto o el baile. Algunas de las que tenían la suerte de ser aceptadas por el “protector del artista dominicano”, eran invitadas por éste a pasar a su lujoso despacho, en la tercera planta del Palacio Radiotelevisor, donde les regalaba, para seducirlas, cajas de panties, brasieres y mediofondos (tenía un closet lleno de estas prendas femeninas). A algunas las seducía con palabras bonitas y luego las violaba.

En el patio de la Radiotelevisora, Petán hizo construir un bungalow (edificación que hoy es sede de Amucaba), donde residían sus bailarinas favoritas (unas treinta, con edades desde 12 hasta 20 años), quienes disfrutaban de todo confort, incluidos dormitorios, buena comida, televisión, cine, ropa y otros privilegios. Desde su lujosa residencia, contigua al bungalow, Petán chequeaba con unos binoculares los movimientos de su harén, cuyas integrantes servían para satisfacer, noche por noche, los caprichos sexuales del “protector del artista dominicano”.

Cada martes y cada viernes, a las 8:00 de la noche, “el general” se paraba, vestido con uniforme de gala y acompañado de varios de sus incondicionales, en la puerta de la Oficina de información (anexo que fue demolido hace años, para construir una antena gigante). Antes de iniciarse el show que cada mares y cada viernes era presentado en vivo en el anfiteatro al aire libre, desfilaban ante “el Protector”, organizadas en una larga hilera, la bailarinas, tanto las “internas” como las “externas” (estas últimas eran unas sesenta o más), quienes daban a Petán un beso en la mejilla y recibían de él una papeleta de a peso nuevecita, a la cual llamaban “el Pápiro”.

El empleado de La voz Dominicana que osara mira con ojos de interés o conversar siquiera con alguna de estas bailarinas, corría el riesgo de ser cancelado y hasta de ir a parar a la cárcel. Los “escuchas” se encargaban de vigilar los pasos de las mismas.

En lo que respecta a las cantantes de la “Época de oro”, su condición era distinta, aunque eran víctimas de las mismas humillaciones y explotación.  Algunas fueron casadas a la fuerza por Petán con el hombre elegido por él mismo, luego de haberlas disfrutado sexualmente. Muchas se dieron a respetar, en base a su calidad  artística, su seriedad profesional y su dignidad femenina, entre quienes destacan Elenita Santos, Fellita Puello Cerón, Lita Sánchez,  Violeta Stefan, Ángela Vásquez, así como las bailarinas Josefina Miniño y Nereyda Rodríguez, entre otras.

De 1961 hasta ahora

Con  la caída de la tiranía trujillista, el país comenzó a experimentar cambios significativos en todos los órdenes. Al afianzarse las libertades públicas y expandirse la vida económica del país, proliferaron los centros de diversión, cuyo auge abarca actualmente todo el país, con el surgimiento de bares, discotecas, hoteles y lujosos night clubs, que sirven de fuentes de empleo para las bailarinas y las cancionistas. Algunas trabajan por placer, las más por necesidad, y otras buscando descollar dentro del arte popular. Sea cual fuere el motivo que las impulsa a subir a la pista, lo cierto es que, salvo raras excepciones, en su mayoría son acosadas sexualmente por los clientes, así como por propietarios y funcionarios de centros de diversión y,  hasta por cronistas aventureros.

Algunas ceden, en aras de conquistar el éxito o de que les sea extendido un contrato; otras, con fines de ascender o ganar un comentario favorable en la prensa escrita, radial o televisiva. Pero también existen las que se dan a respetar y que logran alcanzar la popularidad y el estrellato en base a su calidad artística y al trabajo tenaz que realizan, entre quienes cabe mencionar a Luchy Vicioso, Sonia Silvestre, Rhina Ramírez, Maridalia Hernández, Cecilia García y otras tantas.

Ciertamente, la mujer dominicana ha tenido que salvar muchos obstáculos de orden moral para brillar en el mundo del espectáculo; algunas han sucumbido, pero las más han sabido mantener su dignidad.